VOLVER AL CENTRO:

Encontrar nuestro centro interno.. ¿En qué consiste exactamente? Se trata de poner la atención hacía dentro, hacía la parte central de nosotr@s mism@s. A la parte interna de nuestro tronco. Habiendo personas que lo sientan más cerca del centro del pecho y para otras en el abdomen o bien ambas a la vez.

¿Cómo llegué a sentir o reconocer este lugar interno en mi misma? Pues a base de meditaciones en las que la propuesta era imaginar un centro hueco, bien siendo como una caña de bambú, una taza, un haz de luz o más bien un centro opaco y firme sintiéndome como un árbol y notando su tronco y la parte más interna de éste. Cada persona encontrará la imagen o sugerencia que le permita conectar mejor con la parte más central de su cuerpo.

Entiendo que esto es algo un tanto complejo de percibir para algunas personas dado que es bastante sutil y subjetivo, no es tan concreto como sentir una mano o un pie, se trata de notar ese espacio interno que permanece impasible aún cuando varias sensaciones corporales o emocionales se suceden.

Para mí, conectar con este espacio “o tronco” interno, cómo sea que lo sienta, me permite volver el foco a mí. Cuando me relaciono con otras personas y me voy con sus historias, necesidades, emociones, o bien cuándo mi mente me lleva al pasado o al futuro (maravilloso o catastrófico), es volver a encontrar ese ancla en el cuerpo lo que me permite volver.

Cuando necesito tomar una decisión, es a este lugar de mí al que le pregunto. Cuando me invade el dolor, ese centro es la base por debajo de las emociones que siento, es ese lugar que busco y al que trato de anclarme, mientras pasa la ola emocional.

Es conectar con este lugar lo que me permite sentir que soy auténtica, lo que me permite conectar con mis verdades y saber reconocer si estoy siendo o no coherente con ellas.

Se trata de ese lugar íntimo dónde me encuentro conmigo misma, me puedo acoger, acunar, admirar o abrazar, según lo que esté viviendo y necesite en cada momento.

Una de las cosas más importantes que me han enseñado la meditación y la Terapia Gestalt, ha sido poder estar cada vez más cómoda en mi, poder conectar a través del cuerpo con qué es eso de “estar dentro”, poder lentamente practicar el sentirlo y el respetarlo en mis acciones, cada vez más.

Considero que conectar con nuestro centro, es también esencial, ya es en nuestro cuerpo dónde vamos a sentir nuestro valor como personas. No solo por lo que nos cuente nuestra mente que hemos logrado, lo que se supone que hemos hecho “bien o mal”, si no más bien el poder conectar con ese “cariño” hacia nosotr@s por el hecho de existir. Esa sensación tierna de “qué bien ser yo y estar aquí”, nuestra valía como el SER, que va más allá de palabras que puedan expresarlo.

Es muy necesario que podamos sentirlo y la buena noticias es que si no lo sentimos ya, podemos practicar esta conexión, para poco a poco sentirlo cada vez más.

Conectar con nuestro centro y valor intrínseco, nos permite a la vez poder sentir satisfacción y plenitud. “Ya está” “Ya somos valiosos” no necesitamos ir persiguiendo la zanahoria y aumentando nuestra lista de tareas o méritos a conseguir para permitirnos sentir en ese momento nuestra valía. Podemos practicar cada día para conectar cada vez más con ese sentimiento, en lugar de siempre tener que matarnos a conseguir cosas, reconocimiento o amor de otros para sentirnos válid@s. Esto no significa que vayamos a dejar de hacer cosas o plantearnos objetivos o de relacionarnos, pero puede significar que lo hagamos desde el placer, las ganas y del sumar, en lugar que desde “nuestra carencia de valor” y por tanto como podéis intuir, el resultado puede ser muy distinto.

Considero también vital poder conectar con nuestro centro para tener un lugar al que poder agarrarnos cuando las cosas no salen como quisiéramos, cuando lo de a fuera duele, da miedo o enfada. Es ese centro al que amarrarse cuando no hay nadie más y nos damos cuenta de que la mayoría de las cosas de fuera tienen que ver con lo de dentro. Cuando lo de afuera tambalea o lo que vemos de las relaciones, de la vida o de nosotros no nos gusta, es ahí dónde el único lugar seguro al que volver es a este centro. Ese lugar más adentro de nuestro juicio y del de los demás, más adentro de la incertidumbre de la vida, más adentro de todo aquello que se tambalea o aprieta. Volver una y otra vez al centro ese epicentro de nuestro ser. Ahí donde el huracán no llega, dónde podemos sentirnos algo más segur@s y dejar que pase la tormenta.  Es en ese epicentro en el que asentarnos cada vez con más comodidad, mayor confianza y mayor humanidad.

Volver al centro, además de identificar este espacio corporal interno, tiene también el componente de encontrar nuestro equilibrio. Volver la atención o prioridad a nosotr@s si ha estado muy puesta en lo externo, o bien en los demás, y aunque lo utilizamos como metáfora a encontrar nuestro equilibrio, considero que esto es más fácil en nuestra vida, cuando también está más claro en el interior de nuestro cuerpo y nuestra interocepción (percepción interna).

Así que una y otra vez sigamos practicando volver para sentirnos centrad@s, para recuperar nuestra valía, nuestra calma, nuestra seguridad,  nuestro soporte ante las adversidades…

LOS LÍMITES QUE CUIDAN..

Cada vez veo más clara la importancia de los límites y sus intrincaciones más profundas en la psique humana y nuestra forma de relacionarnos en la vida y con los demás.

Considero que existen muchos tipos de límites o distintas formas de ponerlos o recibirlos y muchas y muy variadas experiencias con ellos.

Así pues la vivencia de poner límites puede ser difícil para algunas personas y fácil para otras. Puede que encajemos con facilidad los límites que nos son impuestos o que nos sintamos dañados o perjudicados por ellos. 

Considero que los límites son como «los ladrillos o piezas» con los que construimos nuestra propia estructura, tanto interna como externa, que delimita y facilita o dificulta las relaciones con los demás. Así pues por ejemplo si hemos crecido con una estructura muy sólida pero poco flexible los límites pueden ahogarnos, sentirnos encarcelados ante cualquier tipo de estructura y que luego nos cueste entrar o pertenecer y comprometernos con cualquier forma delimitada (pareja, trabajo, empresa, burocracia, etc).

Sucede en muchas ocasiones por ejemplo que personas que no han tenido una figura paternal externa que marque unos límites, tienen después problemas para controlar sus impulsos y buscan el límite constantemente en su vida con actividades peligrosas (el límite en la legalidad, la policía, el estado, la muerte…). Puede suceder que a nivel inconsciente estas personas busquen encontrar sus propios límites desbordándose y necesitando de una contención externa que no recibieron suficientemente de pequeños.

Para algunas personas que han recibido límites muy duros y “dañinos” en sus formas, la vivencia alrededor de cualquier estructura o límite, puede ser dolorosa y por tanto generará rechazo o huida ante ellos.  Puede darse que se vivan los límites (y por tanto a la autoridad que los establece) como que coartan su individualidad, su libertad, su valor como ser humano.

Lo interesante por tanto desde mi punto de vista profesional será descubrir qué relación tenemos con la autoridad externa que pone los límites y con nuestra autoridad interna, cómo nos limitamos/cuidamos de lo que nos daña, pero también de lo que nos hace bien.

Por ello me parece muy importante rescatar la función que los límites tienen y que pueden tener, al ser usados adecuadamente, de limitar o contener y cuidar. Esto se traduce en que las personas que han recibido unos límites claros y de forma amorosa, pueden haberse sentido cuidadas e importantes. Si sus necesidades y por tanto sus propios límites han sido tenidos en cuenta y respetados, tendrán una idea más clara de lo que son y lo que sienten.

Los límites externos se internalizan y esto hace que para algunas personas a las que no se les han respetados sus propios límites (sobretodo corporales), no sean capaces de reconocer las propias sensaciones corporales y/o necesidades, a la vez que ser capaz de decir que no y manifestar los propios límites a otros.

Aquellas personas que han sido respetadas en sus límites corporales y personales, aceptarán mejor encajarán también mejor sus propias limitaciones, marcándose objetivos más realistas o encajando mejor las frustraciones.

Así pues me parece muy interesante el proceso de identificar cómo han sido el tipo de límites que hemos recibido e internalizado, de que forma nos ponemos límites (limitándonos o cuidándonos) y cuál es por tanto nuestra vivencia de cómo el otro/a puede recibir nuestros límites en base a cómo es nuestra experiencia de ellos.

Los límites pueden ser físicos, emocionales o mentales. Todos ellos son límites que necesitamos identificar y establecer para permitir que otros interactúen de forma segura con nosotros. Utilizamos límites para evitar que nos hagan daño pero también para establecer una forma que para nosotros es segura o sana y de por tanto poder dejar entrar a otros en nuestro espacio privado emocional. Los límites sirven tanto para alejar aquello que no queremos o nos daña, como para dejar entrar de forma sana lo que sí y poder mantener relaciones sanas y auténticas.

Así pues los límites sanos son aquellos que son firmes pero permeables, significa que te conoces bien, sabes hasta dónde llegas a nivel físico, emocional y mental, y dónde empieza el otro. Puedes mantener el límite firme para evitar que el otro te invada, pero también puedes decidir cuando te sientes seguro y puedes dejar al otro entrar a nivel físico, emocional o mental.

Al nacer, nuestros límites no son nada claros puesto que necesitamos de esa primera “fusión” con la madre. Sin embargo, al crecer los iremos creando en nuestro proceso de desarrollo, gracias a la relación con nuestras figuras paternales y también el resto de interacciones a lo largo de nuestra vida. El proceso de vinculación con los padres (o figuras paternales) y familia, será vital para crear unos límites correctos y por tanto poder relacionarnos de forma adecuada y establecer relaciones desde la adultez y posibilidad de intimar.

Así pues si los límites no han sido sanos o claros, de forma que por ejemplo el padre o madre, no conoce sus límites y se fusiona con las emociones del hijo, éste acabará confundiéndose entre lo que siente y lo que sienten los demás, teniendo dificultad para identificar y validar lo que le ocurre.

Si los límites impuestos son por el contrario muy duros o excesivamente firmes, el hijo puede desarrollar la vivencia de que no es seguro mostrar o sentir sus emociones con lo que tenderá a reprimirlas (con la consecuente búsqueda de experiencias externas que le permitan lidiar con ellas de forma indirecta, a veces drogas, alcohol, estallidos de ira, conductas peligrosas, etc)

La buena noticia es que los límites se pueden entrenar de adulto, practicando y explorando nuevas formas de atender nuestras emociones y necesidades. Aprendiendo a tratarnos con firmeza amorosa, aprendiendo a poner límites firmes y permeables. Dejando entrar aquello en lo que confiamos y nos sienta bien, pero limitar lo que nos daña.

Algunos ejemplos de límites:

  • Limitar algún aspecto de mi alimentación o hábitos de vida que me dañan.
  • Establecer una disciplina o hábito saludable.
  • Decir que no, a propuestas que no me sienten bien, incluso aunque me resulten tentadoras.
  • Dejar de relacionarme con personas que me drenan o dañan de alguna manera.
  • Cogerme tiempo para estar conmigo.
  • Proponer condiciones laborales que sean saludables y con las que me pueda implicar mejor con la empresa.
  • Defenderme de cualquier tipo de ataque físico, verbal o emocional.
  • Poder reconocer y hablar de mis cualidades.
  • Prestar ayuda, solo cuando lo siento.
  • Decir mi opinión en voz alta cuando es adecuado, aún estando en desacuerdo con otra persona.
  • Aceptar que la otra persona me diga que no.
  • Parar la voz interna de auto-juicio y cambiar mi discurso interno.
  • Etc.

Así pues los límites nos permiten sentirnos en nuestros cuerpos, habitarlos, saber reconocer, sentir quién somos y lo que sentimos, nos permiten cuidar de nuestras necesidades y aprender a respetar las de otros, nos permiten conocer mejor nuestras limitaciones, recursos y capacidades.  Nos dan una mayor libertad de ser, de forma sana y segura.

Te invito a que te pongas curioso o curiosa sobre tu relación con los límites, si sabes lo que son o no, si los pones y cómo te sientes al hacerlo, si reconoces los límites de tu cuerpo, si respetas tus propias necesidades y las de los demás, si eres capaz de dar y recibir o te mantienes distante, si sientes que tu entorno respeta tus opiniones, emociones, acciones o no, si tiendes a llevarte al límite, si puedes decir que no… si te puedes decir que no… étc.

Cuidémonos y cuidemos, con límites claros, firmes, amorosos y flexibles..

LO QUE SI…

Redirijamos nuestra mirada…

Es tan fácil que nuestra mente muchas veces asustada y diseñada para mejorar y encontrar soluciones, acabe centrada en lo que ha fallado, en lo que falta, en lo que no nos gusta, en lo que es incómodo, en lo que hay que cambiar y “solucionar”. Esta mente cree que solo cuando “lo solucione” encontrará la calma, la paz y la satisfacción.

Esta mente nos lleva continuamente a estar en alerta, viendo los fallos, LO QUE NO.  Posponiendo el placer de la recompensa y la liberación de las tensiones. Y es que, se ha estudiado que los humanos tenemos una cierta “tendencia a dar más importancia a los acontecimientos negativos que a los positivos o neutros” esto es así porque es atender a los “fallos” nos ha permitido aprender de los errores y encontrar mejores estrategias de supervivencia. Es decir, este sesgo de atender a lo “negativo” nos ha salvado la vida muchas más veces de forma que tendemos a darle mayor importancia. En cambio, lo positivo se integra en lo que funciona y deja de ser importante con mayor rapidez.

Tener estos conocimientos puede ayudarnos a reconocer la tendencia de nuestra mente a ir hacia lo que nos asusta, nos preocupa, nos pone tristes y/o nos enfada, lo que falta, falla o es incómodo.   

Podemos por tanto tener una tendencia a atender siempre LO QUE NO… pero también podemos decidir deliberadamente hacer un ejercicio de ENTRENAR NUESTRA ATENCIÓN hacia LO QUE SÍ, lo que sí tenemos, lo que sí funciona en nuestras vidas, lo que sí hacemos bien, las relaciones que sí nos nutren, las capacidades que sí tenemos, lo que sí nos sale bien, dónde sí hemos tenido suerte y un largo etcétera de ejemplos que nos permitirán fijarnos en el lado de la vida de LO QUE SÍ….

Con esto no pretendo desdecirme de la importancia de dejarnos sentir lo que sentimos, y darnos el permiso de atravesarlo, a veces expresarlo y/o dejar que se transforme en otra cosa. Sin embargo, quiero añadir el componente de saber que sea lo que sea que estemos sintiendo de desagradable o incómodo, existe a la vez un gran universo de posibilidades que no estamos pudiendo contemplar en ese momento y saber esto puede ayudarnos en gran manera a re-conectar con la vida y las personas de nuestro alrededor.

Saber que en los momentos más bajos, nuestra atención está centrada en LO QUE NO… y que nuestra mente va a generar pensamientos coherentes con ello enfocando nuestra atención aún más en LO QUE NO… lo que falla, lo que está mal en nosotros o los demás, magnificar los errores, prever escenarios catastróficos, creer que nuestro malestar no se acabará, ver culpables por todos lados o sentirnos culpables, enfadarnos con los demás o con nosotros, son algunos ejemplos de ello.

Si podemos saber que la percepción de ese momento está sesgada, quizás podremos dejar de darle el peso de ser “la verdad absoluta” y podamos entonces contemplar que quizás mañana exista otra “verdad”, que quizá en otro momento podamos ver las cosas de otra forma. Que quizás mañana, deje de llover o estar nublado y el día se aclare y la luz del sol nos ilumine y vuelvan las ganas y la energía, la motivación e incluso la ilusión.

Siento que en este momento particularmente que estamos viviendo, donde muchas personas se sienten atrapadas en el miedo, en la desesperanza, en la desmotivación, tener en cuenta que estos estados se pasan y que nuestra atención y forma de sentir podrán cambiar permitiendo nuevas posibilidades, me parece vital.

Creo que más que nunca la situación actual en esta Pandemia que estamos viviendo, nos lleva a que no quede otra que practicar este ejercicio de aceptación de la realidad cambiante, de sostener la confianza en la incertidumbre, de saber que mañana veremos las cosas de otra forma, apreciar de hecho lo mucho tenemos, aún privados de algunas libertades, y a ponernos creativos. Este momento nos invita más que nunca a parar y a movernos de otra forma. A reinventar nuevas formas de hacer. A valorar más que nunca los contactos auténticos. A poner el foco, una y otra y otra vez EN LO QUE SÍ…. En lo que sí podemos, lo que está situación nos trae, y en qué ha sido la oportunidad, como por ejemplo la oportunidad colectiva de pararnos, quizás más de lo que nos gustaría sí… pero pararnos al fin y al cabo. Esto a la vez nos está dando la oportunidad en muchos casos de sentirnos más vulnerables y no tener otra que tratarnos con mayor humanidad, a sentirnos por primera vez humanidad. Todos iguales, todos conectados. 

Entre muchas otras cosas nos está permitiendo atender a LO QUE SÍ es importante en nuestras vidas, y quienes SI son importantes. Dar espacio a LO QUE SÍ se puede hacer, crear, inventar fuera pero incluso estando dentro de casa…

Es momento de escuchar internamente LO QUE SÍ nos hace bien y darnos más de eso… ahora o cuando se pueda.  Decidir y responsabilizarnos de a LO QUE SÍ.. le prestamos atención… y en LO QUE SÍ pasamos a la acción.

A ti que estás leyendo este texto, te invito a hacer este ejercicio;  date UN DÍA, como prueba, solo UN DÍA de observar en tu vida LO QUE SI…

Cuando lo hagas, observa a tu mente y su tendencia quizás a irse a LO QUE NO… ahí, deliberadamente tráela de vuelta y cuéntate de nuevo LO QUE SÍ… poniéndole un punto y final a cada pensamiento u observación que evite volver a irte de nuevo a lo que no.

Regálate un día para dejarte ver lo que haces bien (y quizás pasas por alto muchas veces) y si tu mente se revela, cuéntale que es SOLO UN DÍA!!y que te deje ser “arrogante” o “soñador/a” o lo que sea que tu mente de cuente que te vas a convertir en… si te fijas solo en LO QUE SÍ. Date la posibilidad de demostrarle que se equivoca.

Te invito por ejemplo a que te fijes en todo LO QUE SÍ te gusta en tu tu vida, LO QUE SÍ eres, LO QUE SÍ has hecho de tu lista de tareas hoy y date un momento para celebrarlo.

Observa en qué momentos del día o con qué personas te has permitido ser realmente tú hoy.

Otra forma puede ser fijarte en todo lo que te gusta de las personas que te rodean y todo lo bonito que tienen.

Quizás puedas también observar todo lo que en realidad tienes y cuántas de tus necesidades han estado hoy realmente cubiertas (comer, dormir, beber, un lugar donde dormir/vivir, una forma de desplazarte, contacto humano, en vivo o digital, quizás un trabajo, un sueldo, quizás una forma de expresarte, de realizarte, o de sentirte mejor, étc. )

Quizás quieras dar un paso más y empezar a contarles a los demás lo que aprecias de ti, lo que aprecias de ellos y lo que aprecias de la vida, en este momento.

¿Qué me dices? ¿Te atreves a poner atención a LO QUE SÍ?

Elogio a la lentitud y el silencio

En este post quiero hablaros de la importancia del SILENCIO, del ir despacio, del dejar espacio, de poder estar con el vacío con la nada, ese lapsus entre dar un paso y no saber qué va a pasar hasta el siguiente, entre un latido y otro, entre una inhalación y una exhalación… ese silencio que conforma que podamos oír las notas de una canción… sin silencios no habría tiempos… el silencio forma parte del ritmo de la vida… y nos olvidamos de él!!

Poder estar en silencio es uno de los grandes regalos que he aprendido en esta vida, poder dejar que mi interior sintonice con el silencio, como si de una radio se tratara, sintonizar el canal “nada”…. Y estar ahí… escuchando… estando… sintiendo… saboreando el silencio y el perfume de la calma que otorga cuando todo se calla….

Es difícil por ejemplo, elegir cuando nuestra mente no para, cuando el corazón late muy fuerte, la respiración está agitada o estamos rodeados de ruido. Es en el silencio que podemos escuchar… lo de afuera y lo de adentro.

Vivimos en sociedades con constante estimulación, pantallas, colores, carteles, todo tiene un sonido. Música y sonido sin parar!!! y no me mal interpretéis, adoro la música, pero adoro también el silencio y lo que provoca en mi.

Así como cada nota tiene una vibración distinta (medible) y genera una sensación distinta en el cuerpo, el silencio tiene la cualidad de generar casi cero vibración (ya que no tenemos acceso al silencio absoluto) y con ello es como si las partículas de nuestro cuerpo dejarán de moverse también o al menos no moverse o vibrar tan rápido, como una cuerda de guitarra que no se toca de nuevo, que se va quedando quieta y va liberando su vibración en forma de sonido hasta aquietarse totalmente.

El silencio sin embargo, es vivido por muchas personas como angustioso, pues nos conecta con el vacío, con la incertidumbre, con el no saber…. Y estamos tan erróneamente acostumbrados a “Tener que saberlo todo….”!! que nos asusta profundamente dejarnos caer en la nada y mucho menos comprender que podemos hasta disfrutarla, que existe una riqueza enorme en el simple hecho de dejarse estar, sin nada que hacer, nada que elegir, nada que decidir, nada que pensar, nada que hablar… solo estar.. en el vacío… en el silencio…. estar…

Entiendo que es difícil a veces, porque yo también lo he vivido y lo vivo, cuando mi estado de alarma interno está en “ON”, mis mecanismos de control activados y mi ansiedad despuntando, mi mente yendo a 100 por hora… ahí es tan difícil esto de parar, silencio, vacío… ¡Pero qué dices?!

Siendo sincera en esos momentos extremos a veces solo puedo conectar con mi cuerpo, sentir la tensión, mover y estirarme ampliamente para liberarla… y si puedo, como la guitarra… soltarla también a través de la voz…

Cuando el momento de máxima tensión pasa, ahí puedo respirar, dejar que todo se vaya serenando y poco a poco ir conectando con algo más cercano a ese vacío y silencio del que os hablo.

De hecho ha sido gracias a experiencias en algún retiro de meditació y a la práctica un poco más constante en algún momento de mi vida, que he podido experimentar que son posibles estos otros estados de quietud, de calma, de sosiego, de estar… dónde todo está bien si lo dejas estar… Sorprendentemente ahí aparece un contento interno, sin razón aparente aparece un real bienestar que no depende de lo de afuera si no que se parece más bien al gozo y gratitud de estar vivo/a y que se siente desde dentro. Una vez sabes cómo se siente, quizás cueste llegar ahí de nuevo pero ya sabes a dónde estás queriendo ir.

Con ello no trato de convencer a nadie para que medite, pero si a quizás compartiros mi experiencia por si os inspira y que podamos entre todos prestarle algo más de interés e importancia a este ingrediente que parece faltarnos tanto en nuestras vidas… el ir despacio, la quietud, el silencio, el vacío.

En Terapia Gestalt hablamos incluso de este vacío como “vacío fértil” ese punto 0 a partir del cual pueden aparecer todas las posibilidades, ese dejar el campo en barbecho suficiente para que después podamos plantar de nuevo. Ese apagar y «resetear» el ordenador unos segundos ( o unos meses dependiendo del caso) para que pueda volver a funcionar correctamente. 

Sin embargo, poder estar en el “no saber» es una de las cosas más difíciles de sostener para nuestra mente, sobretodo la parte que se encarga de nuestra supervivencia y que necesita información para evaluar sus posibilidades de éxito o fracaso. Así pues cuando no le decimos a la mente lo que vamos a hacer, lo que va a pasar, cuando no hacemos nada, al principio esta parte del sistema entra en pánico, hasta que poco a poco con práctica aprende a serenarse y mediante la experiencia, “darse cuenta” de que no haciendo, no sabiendo las cosas también pueden ir bien… incluso mejor que cuando tratamos de controlarlas y hacer que pasen como queremos! Que podemos soltar el control de la situación sin que la vida se acabe, de hecho al contrario, dejando que sea… quizás no a veces como queremos… pero sí como es… y que pueda estar bien dejar que así sea!!

Como todo, con práctica quizás aprendamos a hacer las cosas más despacio y con más mimo, prestando más atención porque eso es el regalo de estar vivos, poder enterarnos de que lo estamos y que no se nos pase por delante pensando en lo siguiente que vamos a hacer, sin tan siquiera haberlo disfrutado.

Aprendamos a escuchar y mirar más y mejor a los demás, a fijarnos en los detalles, a sentir mayor compasión. La compasión requiere de un corazón tranquilo, abierto y relajado, y éste no puede estarlo cuando lo estamos apretando corriendo de aquí para allá o preocupados en lo siguiente que va a pasar.

Así pues invitaros a estar más en vuestros cuerpos, en el momento, más que en vuestras mentes. Invitaros a hacer lo que hagáis probando a hacerlo un pelín más despacio, con más consciencia y disfrute. Invitaros a escuchar más a las personas que tengáis a vuestro alrededor sin opinar, sin interrumpir. Invitaros a contemplar los lugares por los que paseáis o conducís. Invitaros a que cocinéis con calma, a que paréis y respiréis después de cada frase. Invitaros a andar también despacio además de rápido.

Sobretodo invitaros a daros un momento del día en el que conectéis con el silencio…. y quizás ahí poderos dar cuenta que la vida se convierte en más plena cuando vas despacio…

Ser uno/a mismo/a PARTE II

SER UNO/A MISMO/A REQUIERE DE CORAJE:

Como explicaba en el post anterior, ser uno/a mismo/a cuando no hemos recibido amor incondicional, requiere de un gran amor propio y de CORAJE para contradecir lo que hemos aprendido, se espera de nosotros, la opinión de otros/as o bien arriesgarnos a perder la aceptación-amor-pertenencia.

En ocasiones es necesario que nos armemos de VALOR (y amor) para poder sostenernos ante la posibilidad de no ser aceptados, que otra persona se ofenda por nuestras acciones o bien que se nos pueda juzgar.

Mantener la COHERENCIA con lo que realmente pensamos, sentimos y actuamos nos ayudará a hacer crecer nuestra confianza en nosotros mismos.

Necesitamos coraje para expresarnos, validación de lo que somos pase o lo que pase.  Lo necesitamos para mantenernos en nuestra posición sin recular.

Necesitamos coraje y esa pizca de firmeza “agresiva”, para acallar a las voces internas que quizás tengan miedo de que nos equivoquemos, de que no gustemos, de ser rechazados, etc… y puedan por tanto acallar nuestra más genuina expresión.

SER UNO/A MISMO/A REQUIRE DE CONSCIENCIA CORPORAL:

Un aspecto fundamental de ser uno/a mismo/a tiene que ver con el hecho de ser capaces de reconocer lo que nos ocurre, lo que queremos, lo que necesitamos. Todo esto pasa poder estar en contacto con nuestras SENSACIONES CORPORALES y saber reconocer a qué corresponden. Se ha podido estudiar como el hecho de poder sentirnos, poder sentir nuestras sensaciones internas mejora la toma de decisiones, puesto que somos capaces de ESCUCHARNOS mejor, saber si algo nos gusta o no, nos sienta bien o no, o qué EMOCIÓN despierta en nosotros. No podemos tener en cuenta toda esta información si no somos capaces de sentirnos, de sentir nuestro cuerpo.

Gran parte de lo que enseño a mis clientes pasa por practicar sentirse e ir afinando a qué se parece. Ir pudiendo ampliar esta conexión con uno/a mismo/a y aprender a hacerle caso.  Yo le llamo “escuchar nuestras verdades”.

No podremos hacerle caso a “nuestra verdad” y actuar coherentemente si no sabemos lo que sentimos.

No podremos sentir la satisfacción de actuar conforme lo que necesitamos si no podemos sentirnos.

Es por todo ello que sentirnos, resulta de gran importancia para poder ser nosotros mismos/as.

SER UNO/A MISMO/A REQUIERE REVISAR NUESTRAS CREENCIAS:

De la misma forma que comentaba anteriormente, existe una gran cantidad de “programación” o condicionamiento familiar y social. De forma que nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, muchas veces tienen que ver con lo que hemos aprendido más que realmente con lo que es verdad o incluso bueno para nosotros/as.

En Terapia Gestalt llamamos a esto “Introyectos” y tiene que ver con todo aquello que hemos aprendido que “es así!!” sin tan siquiera digerirlo y reflexionar sobre si realmente lo creemos.

En muchos casos, a pesar de que no lo creamos a un nivel consciente, existen muchísimas creencias que actúan a nivel inconsciente y dictan nuestra forma de pensar-sentir-actuar.

En el proceso de ser uno/a mismo/a es importante poder revisar qué de todo lo aprendido nos está realmente sirviendo y cuándo es momento de empezar a CAMBIAR LAS CREENCIAS que no nos sirven.

SER UNO/A MISMO/A REQUIERE DE CURIOSIDAD:

Ser nosotros mismos/as va a requerir de una actitud de CURIOSIDAD hacía nosotros y la vida. Va a requerir que ampliemos la perspectiva de lo que siempre creímos que era y dejar la puerta abierta a que existan otras posibilidades.

En el proceso de ser nosotros/as mismos/as quizás nos sorprendamos que al dejar espacio libre a nuestra expresión aparecen aspectos desconocidos de nosotros/as que no habíamos permitido y sin embargo nos muestran de forma auténtica lo que en realidad somos.

Este proceso de AUTODESCUBRIMIENTO puede ser vivido de muy variadas formas. Por un lado, un ejemplo puede ser no haber sido consciente de toda la rabia y resentimiento que llevo acumulado en mi vida y de repente al dejar espacio salen asuntos pendientes, que me pueden hacer tomar contacto con mi parte más AGRESIVA a veces destructiva si no se canaliza o modula, pero que me permiten resolver y soltar finalmente.

Otro ejemplo, puede ser que al dejar espacio a mi parte más auténtica descubra una SENSIBILIDAD o CREATIVIDAD dormida que no estaba teniendo espacio en mi vida y que puede abrirme espacio y posibilidaddes hacía otros horizontes.

Así pues, en este proceso de descubrir nuestro “yo” más auténtico y ser nosotros/as mismos/as, debemos estar dispuestos a descubrir mucho más de lo que conocemos, partes que nos gustarán y otras que quizás no tanto.

Tomar este proceso con curiosidad en lugar de con juicio (sobretodo de los aspectos que no nos gustan) puede ayudarnos enormemente.

La curiosidad abre nuestra mente y con ello nuestras POSIBILIDADES. Nos abre la puerta a aprender y crear, nos permite conectar con personas más afines y con actividades o pensamientos  más coherentes con nosotros.

SER UNO/A MISMO/A REQUIERE DE PRÁCTICA:

Como todo en la vida, lo aprendemos y se reafirma más en nosotros/as cuanto más lo practicamos.

Nuestro sistema de creencias y mecanismo de protección que evalúan la posible amenaza de mostrarnos tal y como somos, no va a desactivarse así porque sí o por que simplemente lo pensemos.

Como he explicado en otras ocasiones, el sistema del miedo, es un sistema muy primario que no pasa por la razón, se activa creyendo que está asegurando nuestra supervivencia.

Sin embargo, sí aprende a través de la EXPERIENCIA y aquí no tan solo me refiero a la sabiduría adquirida con los años si no de adquirida precisamente a través de experimentar. Es por ello por lo que podemos aprender facilitándonos ejemplos y situaciones en las que practicar. Como en todo empezando por ponérnoslo fácil. Para algunos será empezar a mostrarnos más como realmente somos, con aquellas personas que no nos importan tanto, donde el lazo de aceptación-amor-pertenencia que está en juego no es tan vital para nosotros.

Así pues podemos escoger situaciones o personas donde mostrar partes de nosotros normalmente reprimidas, donde nos sintamos seguros y conforme vayamos ganando práctica ir extendiéndolo a aquellas personas que realmente nos importan.

Para otras personas lo seguro será quizás empezar con aquellos con los que sentir que se tiene un vínculo sólido y que no se va a quebrar por mostrar partes que no son tan habituales o de las que tendemos a avergonzarnos. En este caso, podremos experimentar y vivir, como puede sentirse ser nosotros mismos y aún ser queridos por ello.

Otra opción es mediante un proceso terapéutico ir explorando estos aspectos desconocidos/negados para nosotros o frente a otros, en un ambiente seguro, con el permiso y acogida de poder ser todo lo que somos, tal y como somos. Esto nos permitirá grabar una nueva experiencia.

SER UNO/A MISMO/A REQUIERE DE FLEXIBILIDAD:

Con la flexibilidad me refiero a la de los vínculos, a tener en cuenta que los vínculos y el amor no son sentimientos fijos u absolutos. En la mayoría de los casos, no me van a dejar de querer absolutamente porque lleve la contraria a una persona o grupo y diga mi opinión. 

No voy a ser totalmente repudiado/a porque se vea un aspecto desagradable de mi.

No voy a ser rechazado por todos si me equivoco y ser yo mismo/a en esta ocasión no trae el éxito que esperaba.

Nuestro cerebro tiende a pensar en absolutos, en códigos lógicos. Cuando A entonces B (Cuando hago lo que esperan de mi me felicitan – me quieren). Por lo tanto si no B no A (si no actúo como esperan no me van a felicitar-querer).

Sin embargo la vida no está hecha de códigos en blanco y negro, si no de una eterna escala de grises por descubrir en cada situación y con cada persona.

A veces ante una EXPRESIÓN GENUINA, alguna de nuestras relaciones puede verse afectada. Por ejemplo, confrontamos a una amiga o le expresamos nuestro desacuerdo. Saber que el vínculo es un sistema adaptable y flexible, de forma que puede readaptarse e integrar esta nueva forma de relación en la que quizás las dos personas no están conforme con todo.

En este proceso de ser nosotros mismos/as quizás queramos reescribir nuestros vínculos y ampliar sus posibilidades, dejándonos más espacio para ser, pensar y sentir lo que realmente somos.

Ser uno/a mismo/a requiere que nos reaprendamos, que aprendamos que podemos ser TODO y que nos demos permiso a serlo, sabiendo que podemos a la vez elegir y modular aquello que no nos hace bien o no hace bien a otros y ampliar aquello de nosotros que trae bueno a nuestras vidas…y a la de los demás…

BIENVENIDO AL VIAJE DE SER TU MISMO… TU MISMA… TE ATREVES?

Ser uno/a mismo/a… PARTE I

EL MIEDO A SER UNO MISMO/A, EL MIEDO A NO SER QUERIDOS.

Últimamente me estoy encontrando con varias personas y un tema común que es el miedo a ser uno/a mismo/a.

Este miedo refleja una falta de amor y seguridad propia interna que se traduce en muy variados ejemplos.

Por un lado puede ser miedo a dar nuestra opinión, a pedir lo que necesitamos, a expresar nuestro desagrado, tomar acción de la forma que nosotros creemos o sentimos adecuada, miedo a ir hacia lo que queremos, miedo a ir en contra de lo establecido, de las normas de comportamiento, miedo a que nos quieran, miedo a querer.

Tras todos estos miedos se esconde un mismo miedo: MIEDO A NO SER QUERIDOS

Entendiendo “ser queridos” como aceptados, entendidos, respetados, incluidos, etc, de forma que se seguirá el lazo de “amor-valoración-inclusión” con esa persona o personas, independientemente de nuestras acciones.

El miedo a no ser queridos y a no pertenecer nos conecta con el miedo a desaparecer. Ser ignorado, rechazado, abandonado, repudiado… es vivido por el ser humano como el miedo a morir.

Los seres humanos como seres sociales que somos necesitamos sentir la conexión con otros seres humanos. Necesitamos pertenecer a un grupo para sentir que nuestra supervivencia está asegurada. Necesitamos sentir que formamos parte de la vida de otros y otros de la nuestra. Saber que contamos con otros para “salvarnos”.

Es por ello por lo que en una sociedad occidentalizada como la nuestra donde hay tan poco contacto cercando, intimo, auténtico con otros, vivimos muchos aislados detrás de máscaras, agendas, actividades, pantallas y demás, es muy común sentirse desconectados y ansiosos (asustados), con falta de sentido o motivación.

Es importante saber que el CONTACTO HUMANO, amoroso, sincero, físico… ES VITAL!!

DIFERENTES EXPERIENCIAS DEL AMOR:

Dicho lo anterior, existen diferentes experiencias del amor. Existe el amor incondicional y el amor condicional.

Hay personas que han experimentado un AMOR INCONDICIONAL, que han sentido cercana y amorosa la presencia de sus padres (o figuras de referencia), han recibido la confianza en sus propias capacidades, han sentido la certeza de ser queridos sea como sea que fueran, pensaran, actuaran. Este tipo de personas han sentido que SON QUERIDAS Y PERTENECEN  independientemente de lo que ocurra, de lo que hagan. Su valor nunca ha dependido de lo que han hecho, por tanto existe una vivencia intrínseca de ser valiosos/as y merecedores/as de amor. Esto da lugar a una gran base de seguridad, autoestima y la posibilidad de crear con confianza y creer en ellas mismas.

Otras personas han podido vivir la experiencia de un AMOR CONDICIONAL, tan solo son queridas si bla, bla, bla….  O bien,  si bla, bla, bla…. no son queridas…

Por lo tanto la fuente de amor no es constante, no está asegurada, hay que ganársela, y ahí empieza el proceso de adaptación/adecuación del SER, para ser querido y pertenecer.

Existen miles de formas en que una persona puede adaptarse para ser querida, dando lugar a un amplio rango de egos, máscaras y personalidades.

Sobretodo porque para este tipo de personas, el amor (y por tanto la supervivencia no está asegurada) ni desligada de sus acciones y cumplir con ciertos requisitos.

En nuestra sociedad, la gran mayoría de personas pertenecen a este segundo grupo. Sobretodo porque además de la influencia paternal o familiar, estamos expuestos a una sociedad que en muchas situaciones, que también juzga, critica y excluye y nos valora según nuestros éxitos o fracasos. Estamos expuestos a muchísimas situaciones en las que no se da por supuesto nuestro valor intrínseco como seres humanos.

Todo esto no es algo absoluto, pues la complexidad de interacciones y conexiones que una persona recibe a lo largo de su vida son muchísimas y todas ellas irán moldeando su sensación de amor, su percepción de haberlo recibido y su capacidad por tanto para dárselo y darlo a otros. Es por todo ello que lo más importante es la VIVENCIA DE AMOR, es decir la experiencia sentida de amor, la valoración y lectura que cada persona haga de saberse o no querido, sentirse o no querido. Esta vivencia es algo totalmente personal, que no siempre puede ser dictado o comprendido tan solo de forma racional o externa.

Es por ello por lo que a veces desde fuera puede parecernos que personas que no han recibido todo esto de su entorno, pueden ser de hecho muy seguras y resolutivas. Sin embargo, habrá que ver por un lado, que otras figuras de referencia y amor incondicional han tenido o si desde muy jóvenes han tenido que construir este amor propio que no recibieron y por tanto han tenido que ser su propia fuente interna de amor (Lo que llamamos resilencia).

El ejemplo contrario serían otras personas que teniéndolo todo y siendo tan «queridas», son personas inseguras y dubitativas.  Así pues de nuevo depende de cómo es la vivencia de la persona y si el exceso de amor, no genera a veces el mensaje de  por ejemplo“No puedes tú solo/a” o quizás “Yo estoy siempre aquí y sé mejor lo que necesitas..”.

UNA PERSPECTIVA PSICOSOMÁTICA Y SOCIAL DEL AMOR

Así pues desde una perspectiva Psicosomática, es decir que integra tanto la mente como el cuerpo, será importante abordar la sensación interna, la experiencia física y emocional de sentirse querido/a, válido/a.

Pudiendo recrear y experimentar esta vivencia podrá la persona ir afirmando una fuente de amor suficientemente sólida a la que recurrir, cuando las externas no estén aseguradas.

Es decir, solo seremos capaces de enfrentar una situación en la que expresarnos y ser nosotros mismos/as, si tenemos la vivencia de que seremos queridos por los demás y seguiremos perteneciendo o bien si tenemos la entereza y amor propio suficiente para sostenernos a nosotros/as mismos/as en el caso de que no sea así.

En mi experiencia como psicóloga, a pesar de trabajar con adultos, lo que puedo ver en mi consulta cada día, son en realidad esos niños/as a los que no se les ha querido por como eran, no se les ha dado el permiso y la confianza de ser, no se les ha dado la libertad de explorar, de probar y equivocarse, no han tenido la experiencia externa o interna de amor incondicional, sino en muchos casos totalmente condicionado.

Ahora bien, cuando hablo de amor, quiero aclarar que el amor se traduce de muchas y muy variadas formas. Querer no es solo sentir el sentimiento, si no que tiene que ver con cómo pensamos, cómo sentimos, cómo hablamos, cómo actuamos, con nosotros y con los demás.   (Para más detalles consultar el post https://gestaltibiza.net/2018/12/06/como-es-eso-de-quererse-a-un-mism/)

Así pues será el hecho de pensar bien sobre nosotros, de sentirnos con buenos sentimientos hacia quien somos y lo que hacemos, de hablarnos con palabras de apoyo, cariño y actuar de forma cuidadosa y coherente, lo que nos llenará de amor. Un amor que viene de dentro y se emana hacia fuera. Cuanto más me quiero, me cuido y mejor me trato, más puedo imaginar que los demás puedan hacerlo, más dejo entrar el amor de otros, más me permito querer a otros, lo que aún me llenará más aún de amor propio.

Sin embargo, todo esto puede ser algo un tanto desconocido para muchos. Es más, incluso penalizado en nuestra sociedad donde  tenerse en alta estima está mal visto y es a menudo juzgado. Es como si en un intento de no caer en el egoísmo y altivez o prepotencia, nos hubiéramos ido al extremo contrario donde nos hemos acostumbrado a que debemos aparentar una falsa modestia constante.

Así pues la invitación es a romper con este viejo paradigma que nos invita colectivamente a encogernos y menguar nuestras capacidades, nuestro brillo, nuestras mejores virtudes y a cortar la expresión de nuestra valía.

Dejémonos ser y construyamos una sociedad de seres auténticos, dando pasos que nos permitan explorar y construir juntos una sociedad más llena de personas que se quieren, se respetan, se cuidan y se tienen en alta estima.

¿Cómo calmar el Miedo, el estrés o la ansiedad?

Aprendiendo a entender y acompañar los síntomas de ansiedad, estrés o miedo.

LA REACCIÓN DE ESTRÉS O ANSIEDAD:

Cómo calmar todas estas variantes del miedo, es una de las mayores preguntas que llevo haciéndome a nivel personal y profesional en los últimos años. Ejerciendo como Psicóloga en esta isla de Ibiza y yo misma sintiéndome a veces, miedosa o insegura, he investigado y profundizado en el tema tratando de encontrar respuestas en primer lugar desde una comprensión científica del funcionamiento del sistema nervioso (tema que siempre me ha apasionado). Estudiando cómo es la respuesta de estrés a nivel corporal, qué ocurre, qué hormonas y órganos intervienen, así cómo y porqué afecta esto a nuestro comportamiento.

Siendo también una enamorada de la naturaleza, la explicación científica que nos refiere a una respuesta animal e instintiva, siempre ha tenido mucho sentido para mí. Pues al final somos seres humanos, con sistemas nerviosos arcaicos que reaccionan de la misma manera que cuando éramos animales menos evolucionados. Creo que es importante tener esta información, aunque no sea necesario profundizar en todos los detalles y que esto nos ayude a entender que cuando nuestro cerebro percibe una amenaza (sea esta real, o imaginaria, presente o anticipada en el futuro) nuestro cuerpo reacciona igual que cuando éramos animales y como si nos fuese la vida en ello.

VIVENCIA PSICOLÓGICA Y SOCIAL DEL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD:

Hoy en día, la mayor parte de los estresores de nuestra vida, no son amenazas a nuestra integridad física, pero sí a la integridad de nuestro ego o imagen que damos de nosotros a los demás y por tanto su aceptación o dicho de otra forma, su amor hacia nosotros. Lo que en realidad sí se vincula con nuestra integridad física, pues sin amor y vínculos emocionales los seres humanos, como seres sociales que somos, no podemos sobrevivir. Es por ello, que el miedo a lo que pensarán de nosotros o a decepcionar a alguien por ejemplo, se convierte para nuestro sistema nervioso en una cuestión de vida o muerte, reaccionando de la misma forma que si nos fuese la vida en ello.

La parte de nuestro cerebro que controla toda esta reacción fue una de las primeras en desarrollarse en nuestro proceso de evolución. Lo hizo con el objetivo de salvarnos la vida, atacar si lo necesitábamos y si sentíamos que podíamos, salir corriendo si percibíamos que no podríamos salir ganando, o bien congelarnos y bloquearnos, si ni la lucha ni la huida parecían una opción posible.

Esto último, explica porque muchas veces en la vida, nos sentimos bloqueados y no sabemos porqué. Lo que puede ocurrir en muchos de estos casos es que según cómo percibamos la situación, creamos que no podemos “ATACAR» por ejemplo peleando por lo nuestro, quejarnos, poner límites o decir que NO. Pero quizás a sintamos que “SALIR CORRIENDO”, que implicaría mostrar nuestro miedo, dudas, inseguridades nos sitúa en una posición vulnerable donde seremos juzgados, rechazados, etc. Así que si ninguna de las opciones anteriores es una opción segura, nos congelamos, nos bloqueamos. Muchas veces todo esto puede ocurrir en una fracción de segundo en la que nuestra mente analiza y pondera toda esta información.

De la misma forma, a veces los juicios o amenazas puede que no existan directamente en el presente, pero nuestro sistema nervioso ha almacenado información de experiencias dónde una vez (o varias) nos sentimos así en el pasado, y por tanto reacciona de la misma forma. 

Explico todo esto porque además de entender la parte fisiológica, me resulta muy interesante ver cómo esto se traduce esto en la vivencia psicológica y corporal de la persona que lo experimenta.

Si entendemos todo esto nos podremos dar cuenta de que somos como animalillos reaccionando a la vida, en base a información de experiencias pasadas, algunas que ni recordamos, y que toda esta respuesta sucede en el cuerpo, de forma instantanea. Es desde ahí donde podemos intervenir y por lo que una propuesta de terapia psicocorporal, me parece tan importante y beneficiosa.

UN ACERCAMIENTO COMPASIVO Y HUMANO DE LA PSICOLOGÍA:

Si podemos entender y observar que todo esto nos ocurre, quizás entonces podamos en primer lugar dejar de juzgarnos por reaccionar de forma natural e instintiva. Igual que no juzgamos cuando nuestro estómago hace la digestión o cuando nuestro corazón late. Dirigir enfado hacia nuestro cuerpo por reaccionar y “hacer el trabajo de mantenernos con vida” no tiene ningún sentido. Así que el primer paso es darnos cuenta de que una parte de nosotros (la más primitiva) siente miedo. Ok, siente miedo… Dejémosle tenerlo!!  Si en lugar de enfadarnos podemos pues ver a esta parte con cariño, con comprensión quizás podamos atender a lo que está necesitando.

En primer lugar, ver qué estamos sintiendo y si se parece más al enfado (en forma de quizás tensión en la mandíbula, en la espalda, en las manos, aumento de la temperatura corporal, etc), si se parece más al miedo (ansiedad, agitación, nudo en el estómago, necesidad de movimiento o de salir corriendo, etc) o bien observar si se parece más al bloqueo (desconexión de las sensaciones o emociones, mareo, pérdida de sensibilidad, despiste, etc.). Todas estas pueden ser variadas formas de responder a una supuesta amenaza.

Una forma de encarar esto que ha sido muy estudiada por la psicología cognitivo conductual en el tratamiento de fobias y sería el hecho de facilitar a que la persona pueda ir entrando en contacto con pequeñas dosis del estímulo estresor, de forma que vaya aumentando su nivel de tolerancia, su percepción de control y de capacidad.

Estas técnicas también funcionan por repetición, puesto que al exponernos de forma repetida y de forma segura a lo que nos da miedo, el sistema aprende y graba una nueva experiencia que contradice al detonante del miedo y el mismo estímulo deja de ser percibido como amenaza.  Considero esta técnica de suma utilidad con fobias muy concretas y que dificulten la vida de la persona.

Sin embargo, me encuentro muchas veces con que las personas no suelen tener únicamente una fobia, si no que quizás este elemento sea el que más les limita en su vida cotidiana, pero que su vida puede estar llena así mismo de formas sutiles de otros miedos e inseguridades.

Así pues desde una perspectiva (en mi opinión más amplia) que me ha ofrecido la Psicología Humanista (teniendo una visión de la persona en su totalidad y no como síntomas o enfermedades aisladas) y en concreto la Terapia Gestalt, me permite querer descubrir qué está provocando que el sistema nervioso de la persona reaccione de esta forma.

EL JUEZ INTERNO Y SU RELACIÓN CON LA RESPUESTA DE ESTRÉS O ANSIEDAD:

En esta búsqueda me encuentro con que las personas muy miedosas, aquellas que se estresan, tensan o bien sienten ansiedad a menudo, además de factores estresantes o traumáticos, pueden tener algo en común y se trata de un juez interno muy exigente, que añade presión (es decir añade “miedo a las repercusiones de fallar o no ser suficiente”) a cada situación que requiere un reto para la persona o bien que puede suponer que su “ego-imagen” sea “cuestionado juzgado-rechazado-no querido” por tanto se ponga en juego su pertenencia y su supervivencia (así lo vive nuestro sistema nervioso).

Esto a su vez nos permite entender porque ante un mismo reto, por un lado hay personas que reaccionan con ganas y curiosidad y otros con pánico. Quizás a las primeras se le ha animado en su vida y crecimiento, se las ha permitido equivocarse, caerse, volverse a levantar, mearse en la cama, pintar fuera del papel, etc.. sin ser juzgado y en ningún momento sintió que se las dejaba de querer o aceptar.

Por otro lado en cambio, las personas a las que cualquier pequeño reto, les supone una gran lucha interna y sufrimiento, tensión o presión interna, son personas con un gran juez interno (internalizado) y sienten (aunque a un nivel inconsciente) que lo que está en juego si se equivocan es su supervivencia (entendido como no serán queridas y aceptadas). Es por ello por lo que su sistema reacciona con tanta tensión y estrés, tratando de controlar todo lo posible (y hasta lo imposible!) en el afán de salir exitosos, porque es lo único que cree el sistema que les va a asegurar seguir subsistiendo.

Esto puede parecer exagerado al leerlo, sin embargo, para muchos de nuestros sistemas nerviosos es ésta la programación que tenemos y la vivencia que se genera por tanto en el cuerpo. 

Con nuestra parte racional, no conseguiremos calmar al miedo, pues el circuito del miedo es muy primario en el desarrollo y no depende de nuestra corteza pre-frontal (raciocinio) que se desarrolló posteriormente. Sin embargo, pudiendo entender ésto, quizás si podamos conectar con la comprensión-compasión hacia nosotros mismos/as, nuestro sistema nervioso, nuestro cuerpo y cómo está programado. Sobretodo para que podamos calmar a la parte que añade más sufrimiento aún, cuando nos juzga, nos critica, nos hace sentir avergonzados.

Es por ello por lo que considero que a la hora de tratar con el miedo, el estrés, la ansiedad, además de aprender a relacionarnos con lo que nos estresa de forma más segura, debemos ser capaces de reconocer y parar a la parte de nosotros que nos critica, nos juzga y que representa muchas veces “la verdadera amenaza”.

Es por ello, que parte del proceso terapéutico consiste (desde mi forma de entender la psicología) en acoger con compasión y sin juicio-presión-amenaza, a la parte que tiene miedo. Como si se tratara de un animalillo, o un niño pequeño, escuchar su miedo, calmarlo, acompañarlo y hacerle sentir seguro/a.

LA SEGURIDAD Y LA CONFIANZA COMO ELEMENTOS ESENCIALES EN EL TRATAMIENTO DEL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD:

LA SEGURIDAD es uno de los aspectos clave de la gestión del miedo, el estrés o la ansiedad, pero ¿Cómo nos hacemos sentir seguros a nosotros mismos? Y más ¿si no tenemos un ejemplo a seguir?

Es aquí donde un proceso psicoterapéutico es a mi entender de gran utilidad, donde el terapeuta puede ser un nuevo modelo que acoge con compasión los fallos en lugar de juzgarlos, dónde puede señalar con cariño para poner consciencia a lo que ocurre sin que la persona se sienta menospreciado/a. Un modelo donde aprender a tratarte con cariño en lugar de con juicio.

Esto y otras propuestas terapéuticas pueden hacer que la persona vaya practicando también a tratarse con comprensión, con apoyo, con cariño, con buenos pensamientos y confianza hacia sí misma y los demás, alentándose en lugar de criticarse, etc.

Así pues si transformamos la parte crítica y juzgadora en otra que alienta, estaremos reduciendo el grado de amenaza interna y esa parte original, instintiva, “inmadura” podrá empezar a sentirse segura y confiar en que otra parte “adulta-madura” cuidará de ella, la protegerá y apoyará para salir adelante, independientemente del resultado.  Por tanto la reactividad a los acontecimientos, decisiones, reacciones de los demás, irá disminuyendo.

Es por ello también que LA CONFIANZA se convierte en otro aspecto muy importante. Para que nuestro sistema confíe en nosotros debemos demostrarle que puede hacerlo. Es decir:

  • Tratarnos con cariño, con compresión y compasión
  • Acompañarnos en el proceso, dándonos el permiso para sentir y expresar lo que sea que sintamos.
  • Apoyar el reconocer y expresar nuestra verdad en ese momento.
  • Recordarnos todos los recursos que si tenemos. Recordarnos todas aquellas veces en que lo hemos conseguido.
  • Recordarnos que existen recursos, ayudas, soluciones que aún ni conocemos y pueden estar ahí para nosotros.
  • Apoyarnos en el proceso y sobretodo, comprometernos a ser apoyadores, comprensivos, si algo no sale como nos gustaría. Esto es muuuy importante!!! Pase lo que pase, estaremos ahí para apoyarnos, seremos nuestros mejores compañeros/as de equipo.

Solo así nuestro sistema puede relajarse, saber que no salta al vacío, si no que hay una red de sostén y amor interno que le sostendrá a cada paso que dé.

Lo que hacemos en estas sesiones de psicoterapia es mostrarte un modelo y ayudarte construir esa red para que puedas extenderla a tu vida cotidiana.

Un camino de mil pasos empieza por el primero…

anónimo.

El arte de ser psicóloga en Ibiza

Un enfoque humano de la Psicología

En este post quiero contaros un poco más sobre el arte de hacer la profesión de psicóloga en Ibiza  y las implicaciones extras que tiene hacerlo en un lugar como esta isla.

Mi formación como psicóloga

En este camino que llevo andando desde hace unos 20 años de formación, autodescubrimiento y experiencia, he pasado por fases de todo. En primer lugar, desarrollar esta profesión como profesional de la salud mental y emocional, requiere de un largo proceso de formación, pero también de supervisión y trabajo personal a todos los niveles, algo que no es fácil de conseguir siempre en esta isla y que implica o al menos implicó en mi caso, muchos desplazamientos a la península.

Empecé mi recorrido realizando formándome en la Universidad Autónoma de Barcelona, como licenciada en Psicología, en la rama clínica. Allí aprendí un enfoque científico y riguroso del estudio del comportamiento humano.

La visión de mi facultad trataba de asemejarse lo más posible a la psiquiatría del momento (empecé en el año 2000). Siendo franca, aunque aprendí mucho a nivel teórico (mi mente científica lo agradece) este enfoque tan estructurado y “medible” dejaba fuera lo que para mí era la esencia del trabajo como terapeuta y que son las personas, no solo los neurotransmisores, síntomas, los tests, la enfermedad, si no ver a la persona en su globalidad, con sus emociones, sus patrones de pensamiento y con su experiencia sentida en el cuerpo.

Todo esto es algo que aprendería más tarde al formarme en PNL (Programación Neurolingüística) y como Terapeuta Gestalt. Este enfoque Humanista y psicocorporal dentro de la Psicología, permite tener en cuenta a la persona con todos sus aspectos, desde la visión de la salud y escapando de clasificaciones y etiquetas gratuitas. 

Esta forma más actualizada de entender la psicología que incluye lo mental, pero también lo emocional y lo corporal, me permitió recuperar mi entusiasmo y convicción por este camino.

La terapia Gestalt individual y en grupo

La formación de Terapia Gestalt, fueron en mi caso 4 años en el Institut Gestalt de Barcelona, ya que en esta escuela se añadía un primer año de terapia de grupo, antes de iniciar la formación, que me fué de muchísima utilidad en su momento y que lo ha sido a lo largo de estos años a la hora de facilitar talleres grupales yo misma.

Puedo decir que fueron 4 años muy intensos y bonitos, y como en muchas ocasiones comento, el dinero mejor invertido de mi vida.  

Con la Terapia Gestalt, tanto en mi proceso individual como grupal, aprendí por primera vez a escucharme, a reconocer lo que me pasaba, a tener permiso para expresarlo desde la aceptación y seguridad del grupo o el terapeuta, a mostrar mi vulnerabilidad, a ser capaz de sostener mis emociones, a expresar lo que necesitaba, a reconocer mis patrones, pero también aprendí a diferenciar entre lo que es mío o del otro, a sentir y «resonar» con la otra persona sin hacerme cargo de sus emociones.

Aprendí por primera vez a tomar la responsabilidad de mi vida y a dejar que cada uno tenga la suya. Digo, por primera vez porqué ahí empecé a aprender todo esto, pero es algo que he seguido ampliando durante todos estos años y aún a día de hoy sigo aprendiendo cada día.

Muchas veces me encuentro con la creencia de las personas de que el psicólogo tiene que tener todo resuelto, y que una vez aprendido todo esto deberíamos tenerlo totalmente integrado, sin embargo, el camino del autodescubrimiento, es un camino de por vida, en el que siempre seguimos ampliando y creciendo, clientes y terapeutas.

Ser psicóloga en Ibiza

En el título del post comentaba el arte de ser psicóloga en Ibiza, porque implica esto, un arte, un descubrimiento personal y profesional continuo, que se amplía a cada paso, con cada formación, cada experiencia de vida y con cada persona que atiendo.

Habiéndo crecido en esta isla de ibiza, y siendo ésta un lugar tan pequeño, realizar esta profesión se ha convertido también en un arte, en el sentido de manejar mi vida profesional y privada. Es decir, pudiendo ser psicóloga además de amiga, conocida, colega de trabajo, de baile…

Ha habido momentos en estos años donde que tantas personas supieran de mi vida personal me parecía una limitación a la supuesta «neutralidad» del terapeuta.

Así pues, supuestamente sería más “fácil” para mí hacer terapia en una ciudad grande, donde todo el mundo es desconocido y no te encuentras a tu terapeuta en la cola del super 😉

Sin embargo, como muchas veces me repito y le digo a mis clientes, el objetivo de la psicoterapia no es convertirnos en “Perfectos”, si no en “Humanos”. Por ello yo, como todos, soy humana, aprendiendo cada día. «Con varias herramientas y pistas» …sí, «Con una parte del proceso vivida» …sí, pero humana al fin y al cabo.

Creo que es de hecho gracias a mi parte humana y no la perfecta, que soy capaz de comprender y acompañar tanto a otros en su propio proceso. Primero porque he estado ahí, sé lo difícil y a la vez beneficioso que resulta y segundo porque sigo estando, sigo creciendo, sigo aprendiendo de mis luces y de mis sombras.

El arte de guiar al otro hacia sí mismo

Considero de hecho que mi trabajo es saber guiar al otro hacia sí mismo/a, y en eso se esconde para mí el arte. Esa delicadeza y sutilidad en unas ocasiones, y contundencia y dirección en otras, sabiendo cuándo y con qué es mejor cada una.

A veces me comparo con un profesor/a de Yoga, puesto que a pesar de saber las posturas, sabe como guiar al otro para que sea capaz de ganar consciencia corporal sobre sí mismo/a y poder así efectuar la postura de forma segura y beneficios.

A pesar de haber estudiado y aprendido, lo que en realidad hace bueno a un profesor de Yoga, además de su propia práctica para que sus músculos sigan tonificados, y su conocimiento siga avanzando, es saber guiar al otro en sí mismo, en esta práctica que siempre que siempre crece y que podrá desarrollar y obtener beneficios de por vida.

En mi caso, siento que es muy parecido. El hecho de haber experimentado en mí, varios procesos, me hace capaz de ofrecer el espacio, la guía y el cuidado que el proceso de toma de consciencia requiere y poder así acompañar al otro a crecer y manejarse mejor en la vida.

El ser humano como ingrediente principal en la psicología

En las sesiones que ofrezco, comparto herramientas que he ido experimentando a lo largo de mis años de exploración personal y profesional, como son las Constelaciones Familiares, a Mindfulness, Coaching, trabajo con la Voz, múltiples formas de danza y expresión corporal, Yoga, Meditación y entre muchas otras, por supuesto también mi creatividad e intuición.

Pero más allá de las técnicas, conocimientos y herramientas, creo que lo que hace que me encante mi trabajo y los quiera seguir haciendo, son dos ingredientes esenciales; mi curiosidad por los seres humanos y mi creciente compasión y deseo de bienestar para el mayor número posible de personas.

Siempre he sido una persona curiosa, queriendo aprender y desgranar los entresijos de las profundidades humanas, curiosa de ver como son las formas de sentir, experimentar, pensar de los demás y de comportarse, y de cómo esto los lleva a la felicidad o al sufrimiento.

Es por ello que considero la psicoterapia como un proceso de convertirnos en cada vez más humanos, más auténticos con nosotros mismos y los demás, dónde descubrimos que al final, muy en el fondo todos padecemos y celebramos lo mismo.

La labor de una psicóloga en Ibiza

Es al final la humanidad lo que nos une, y eso pasa por comprendernos los unos a los otros, más allá de las diferencias, especialmente en esta isla donde abundan los distintos grupos y contrastes, pero dónde también (ahora más que nunca) podemos sentir que todos somos igual de humanos y nos necesitamos los unos a los otros.

Por todo ello siento que mi labor en esta isla, es la de facilitar a través de la psicoterapia, un espacio de comprensión y respeto enorme por al experiencia del otro, sin juicio y con aceptación, que facilite que esa persona se pueda ir comprendiendo y respetando a ella misma, y extendiendo esto mismo a su vida y relaciones. Trayendo cada vez más autenticidad, respeto y bienestar a las personas que habitan este maravilloso paraiso.

¿Cómo afrontar la salida?

Tal y como, comentaba en el post anterior, existe una gran parte de la población a la que le está costando salir de casa de nuevo, bien por miedo y/o por quizás haberse acomodado a esta nueva situación.

Aún con permiso para salir, puede que nos cueste encarar de nuevo la vida. Existen resistencias a entrar de nuevo en un ritmo rápido o frenético para algunos, o bien resistencias debidas al miedo al contagio, o quizás la pereza de tomar medidas de protección, o simplemente a una cierta percepción de amenaza puesta en el exterior durante todas estas semanas que han encendido un mecanismo de alerta constante y ya no sabemos a qué le tenemos miedo exactamente o por qué nos cuesta salir.

A veces, aún sin ser conscientes de ello, la resistencia puede venir de miedos muy profundos que se mueven con toda esta situación, como miedo a la enfermedad, a la muerte, al sufrimiento, a las pérdidas económicas o de posibilidades, de comodidad,… así que nuestros mecanismos de defensa eligen dejarnos en casa en esa “falsa” sensación de seguridad, donde estar «protegidos/as»

Después de tantas semanas de inmovilidad, con tantas emociones como se han estado moviendo, con una situación tan extrema como la que hemos vivido, es muy normal sentirnos apáticos, aburridos, un poco (o bastante) deprimidos, sin entusiasmo…

Es ahora dónde se hace vital EMPEZAR A MOVERNOS, empezar a movilizar el cuerpo, la energía, descongelarnos para poder avanzar. Existen muchas formas de movilizar el cuerpo, puede ser practicando algún cualquier versión de ejercicio físico o deporte o simplemente poniéndonos música que nos guste y asegurarnos de mover todas las articulaciones de nuestro cuerpo.

Sin embargo, cuidado con ponernos mucha presión por ello, si presionamos demasiado, nos juzgamos por no querer salir, nos criticamos porque “deberíamos bla, bla, bla…” o bien imaginamos que deberíamos hacer una forma de ejercicio que es en realidad muy exigente ahora mismo para el cuerpo, no haremos más que añadir tensión y disminuir la sensación de seguridad en nosotros. Con lo cual nuestro cuerpo lo rechazará y nos sentiremos ningunas ganas.

Movernos también puede ser según la zona del país en la que estemos, salir a comprar, aprovechar el tiempo permitido para estar fuera y pasear, correr, mirar al cielo, los árboles y la naturaleza que tengas a tu alcance, mira a las personas que te encuentres a los ojos o quizás puedas incluso visitar amigos o familia. Sea como sea, empieza a moverte a conectar contigo y los demás dónde, cómo y con quien te sea más agradable.

Es por ello por lo que además de movilizar nuestro cuerpo y empezar a activarnos, es tan importante la forma en que lo hagamos.

Recomiendo empezar a movernos (física y socialmente):

  • CON ESCUCHA DE NOSOTROS
  • CON COMPRENSIÓN
  • CON CARIÑO
  • CON OBJETIVOS MUY PEQUEÑOS QUE SINTAMOS ALCANZABLES
  • TRATÁNDONOS CON PENSAMIENTOS AMIGABLES
  • SIENDO NUESTROS MEJORES COMPAÑEROS/AS DE EQUIPO

Ahora más que nunca ante el miedo y todo lo que esto trae, necesitamos inundar el mundo de COMPRENSIÓN, empezando por nosotros/as mismos/as, por dejarnos estar donde estamos y acompañándonos en el proceso de avanzar.

Esta desescalada es también una escalada interna, es también el proceso de recuperar el entusiasmo, las ganas, la energía, la confianza, la seguridad, la actividad, una cierta percepción de control (en lo que sí podemos)y el contacto con los demás, con la Vida.

Así pues recomiendo empezar a poner el foco y la atención en cosas que sabemos que nos sientan bien, algo nuevo que quizás pueda empezar a movilizar la curiosidad, el disfrute o el placer, por pequeño que sea. Miedo y placer son sensaciones contradictorias en el cuerpo, así que si fomentamos cosas que nos interesen, nos gusten, mandaremos al cuerpo la información de que es seguro y que puede empezar a relajarse.

Puede ocurrir, que quizás no sintamos ningún tipo de interés por nada, en este momento y nos cueste hasta pensar en algo agradable mientras que un cierto sentimiento de angustia, nerviosismo, apatía o tristeza, están presentes. Por ello, nuestras expectativas deben ser muy ajustadas, es decir, no pretender encontrar de golpe aquella alegría, entusiasmo, curiosidad, energía, acción que sentíamos hace tres meses, dónde todo aún estaba rodando. Está “rueda” necesita ir poniéndose en marcha de nuevo y al principio, va a requerir un cierto esfuerzo (con cariño y sin presión), más bien la decisión de hacerlo, aún sin sentir las ganas aún. Confiar en que la movilización diaria del cuerpo y de nuestras acciones hacia algo que nos gusta y nos sienta (sentaba) bien, traerá consigo, poner en marcha de nuevo la rueda y sentirnos de nuevo capaces. Por ello, los pasitos que demos deben de ser pequeños, fáciles y a la vez constantes.

Muy importante también CELEBRAR, celebrar cada uno de estos pasos, celebrar todo lo que SI tenemos (Tanto! si te paras a pensarlo), lo que SI somos capaces de hacer (mucho más de lo que creemos), lo que SI aún permanece y nos gusta en nuestras vidas. Celebrar nos conecta también con el placer y con la apertura. Nos acerca a un sentimiento de mayor confianza y conexión con la vida (la cual puede que se haya tambaleado últimamente).

Así que mi invitación es a que te trates con COMPASIÓN  y COMPRENSIÓN, que te alientes en lugar de presionarte, que CELEBRES todo lo que sí esta bien y que te ACOMPAÑES en lo más posible dando PEQUEÑOS PASOS que te permitan AVANZAR de forma tranquila y segura.

Si necesitas ayuda en este proceso o bien para atender cualquier asuntos o emoción que esta situación esté despertando en ti, estaré encantada de acompañarte.

Seguimos avanzando…

¿Miedo a salir de casa?

Después de tantos días encerrados, con todo lo que está ocurriendo, muchos sentimos un cierto temor a salir de casa. «Pero con las ganas que tenemos de que esto termine ¿Cómo puede ser? «

Es mucha la información que nos ha llegado, hablándonos de un peligro grande ahí fuera ante el que tenemos que tomar medidas, ante el que debemos extremar los cuidados, la vida cotidiana, ya no es lo que era, personas llevándo máscaras y guantes, lugares concurridos que ahora están desiertos, cruzarnos con alguien en el super o en la calle tiene un tinte de amenaza y tendemos a evitarnos.

En general, hemos sufrido una avalancha y sobreexposición de información (amenazante la mayor parte de ella) que satura nuestro sistema. Así que estamos colapsados para dejar entrar nueva información.

Ocurre amenudo, que se genera una cierta tensión cada vez que salimos de casa, aunque solo sea para comprar, hacer la cola del banco o la farmacia, pues salir, acarrea de ahora la incertidumbre de sí nos llevamos «algo peligroso» para casa y eso activa todo nuestro sistema de alerta.

Para aquellas personas con dificultades anteriores con el cambio, la incertidumbre, la muerte, la autoridad, el vínculo, el aislamiento…. esto se puede agravar mucho más y que se acentúen síntomas de ansiedad, depresión o ira.

Dependiendo de nuestra historia, reaccionamos de muy distintas formas ante LA AMENAZA, sea esta el virus, la situación económica, la situación y convivencia en casa o la conspiración que tememos externa.

Como animales que somos, según nuestra evaluación de la situación y de nuestros recursos o aprendizajes, viviremos esta situación de una forma u otra muy distinta.

Por ejemplo, como le ocurre a un animal que se siente indefenso, si creemos que no podemos hacer nada, el miedo nos paraliza y entramos en estado de congelación, de parálisis…. y esta inmovilidad nos lleva a perder la motivación, las ganas, la energía para hacer y podemos de repente sentirnos, ansiosos, tristes o deprimidos.

En ocasiones, la respuesta que se genera ante el miedo es la de querer huir, así que nos salvaguardamos y atrincheramos en casa, evadiéndonos a través de otras realidades (como viendo películas o series) o bien a través de placeres momentáneos como la comida, la bebida o los juegos.

Sin embargo, a veces en distintos aspectos, momentos o bien para otras personas, la emoción que se genera ante la amenaza, es la rábia. De forma que nos enfadamos con todo (sobretodo contra aquellos a los que proyectamos la responsabilidad de la situación, como los gobiernos o la elite conspiratoria). De cualquier forma tratamos de revelarnos y tomar el control de nuestra parte, a veces negando «la amenaza» creyendonos superiores, revelándonos, para así recuperar una cierta sensación de seguridad.

Si entendemos que nuestra respuesta emocional sucede en el cuerpo y que es una reacción natural, quizás podamos ver la importancia de darle salida, dejándo que el cuerpo tiemble y se sacuda todo el miedo que ha pasado, soltando la voz que ha estado apretada, llorando todo lo que necesitemos sin juicio, gritando y golpeando (de forma segura) para soltar, dejar ir la frustración y la rabia…

Si además de ello buscamos comprensión y apoyo de alguien que presencialmente o telemáticamente nos acompañe, podremos quizás relajar ese sistema nervioso que ha estado con una carga de tensión constante y que ahora por fin se puede dejar ir, soltar y encontrar de nuevo un equilibrio.

Ahora que los movimientos se van flexibilizando se entremezclan las ganas de acercarnos y volver a la «conexión» con las personas, poder reconectar, volver a la «normalidad», con el miedo que aún nos queda.

Sin embargo, en estas semanas en las que de repente nos hemos convertido en «peligrosos» los unos para los otros, en las que nos hemos aislado, alejado, protegido, cada vez nos echamos más de menos y estamos a la vez aprendiendo una de las lecciones más importantes para el ser humano ahora mismo, y es que… «NOS NECESITAMOS»!!

Así pues tratarnos con mucha comprensión, mucha paciencia, dando un pasito nuevo cada día, iremos recuperando lentamente LA CONFIANZA, confianza en la vida, confianza en los demás, confianza en nuestras capacidades (que las tenemos) para reinventarnos individual y colectivamente.

Poco a poco, si nos lo permitimos, volveremos a reconectar con la sensación de seguridad, reconquistaremos de nuevo el espacio externo, pudiendo confiar en que somos capaces, tanto capaces de salir de casa y como capaces de salir reforzados de esto y crear algo nuevo!!

¿Y ahora qué?

En esta pandemia, como en cualquier situación en la vida, tenemos la oportunidad de tomárnosla de muy distintas maneras.

En mi opinión, esta situación, aunque obviamente abrupta y con consecuencias en nuestras vidas muy profundas, es una buena oportunidad para poner en práctica el soltar, el desapegarnos del resultado, de las proyecciones, expectativas e ideas de lo que la vida (nuestra vida) “iba a ser” y a la vez desplegar todos nuestros recursos y capacidades, empezando por la creatividad.

En un abrir y cerrar de ojos, la vida ha dado un vuelco y ya no sabemos nada, no tenemos referentes pasados de los que tirar porque algo así no nos había ocurrido, al menos no de forma colectiva. Sin embargo, a nivel particular observo que los que ya han hecho o han tenido que hacer cambios drásticos en sus vidas, están viviendo esta situación con mayor calma y positivismo.

En cambio para aquellos que rehuyen el cambio normalmente, esto les resultará algo más difícil, puede que en algunos casos muy angustiante y hasta doloroso.

Verdaderamente para todos se trata de un duelo grande, tanto a nivel individual (seguridad, bienestar, ideas, planes, expectativas, sueños,… ) como a nivel colectivo (cómo era y creíamos que la vida iba a seguir siendo).

Esta situación nos recuerda que nada es permanente, que no podemos dar todo por sentado, que de la noche a la mañana todo puede cambiar y como cada situación de cambio requiere de un proceso de duelo (de lo que dejamos ir) y de un proceso de adaptación y creación.

Así pues creo necesario que como individuos y como colectivo, nos demos en primer lugar, un momento para sentir la tristeza, la despedida de aquello que ya no será, de aquel o aquella que ya no seré, lo que proyecté, soñé de mi futuro. Incluso aunque podamos recobrar algo de sentido de normalidad, ya nada será lo mismo después de este confinamiento, la economía, los trabajos, la educación, las relaciones… están ya cambiando (algunas a peor y otras a mejor). Con esto no pretendo caer ni en el catastrofismo ni en el exceso de optimismo, lo que tengo claro es que con tantos elementos distintos, es casi imposible que nuestras vidas permanezcan intactas y vuelvan a ser exactamente lo que eran.

Considero pues que éste se trata de un momento en el que permitirnos por un lado sentir el duelo con lo que “ya no será” (tristeza, miedo, rabia o frustración) y por otro lado, también sumamente importante que podamos reconectar con nosotros/as, con nuestros valores y revisarlos (quizás las prioridades ya no son las mismas), recordar nuestras capacidades, las que sabemos y las que podemos desarrollar (creatividad, cooperación, solidaridad, humor, resiliencia, determinación, flexibilidad, positivismo, curiosidad, consciencia, serenidad, vitalidad y un largo etc. )

En mi opinión, se trata de un momento en el que hacer acopio de Coraje, que cuyo significado viene de la palabra latina “Cor” que luego se adaptó en el francés antiguo a “Corage” y cuyo significado original era “echar el corazón hacia delante”. Desde mi forma de entenderlo, me refiero a coraje desde el ímpetú y confianza en lugar de la rabia o el esfuerzo.

A la vez, creo que es momento también para la Valentía que viene de la palabra “Valere” que significa también en latín “permanecer con fuerza y salud”.

Esto implica a mi entender que como individuos y sociedad podemos a partir de ahora “Mover el corazón adelante” ( movernos con ánimo desde el amor y la compasión) y “Permanecer con fuerza y salud” (afirmándonos en nuestra base, poniendo a nuestro servicio y de otros nuestros puntos más fuertes y capacidades, así como reforzar nuestra salud al máximo).

Te invito pues a cojer papel y boli y responder a estas preguntas:

¿Cómo puedo relacionarme conmigo los demás y el mundo, de forma más compasiva y amorosa?

¿Qué fortalezas tengo ahora mismo que puedo poner a mi servicio y compartir con otros?

¿Qué hago cada día para cuidar de mi salud, la salud de todos y el planeta?

Respiración y sus beneficios emocionales

La respiración es una acción automática fisiológica que permite el correcto intercambio de gases. Sucede de forma automática para mantenernos funcionando perfectamente y con vida.

Sin embargo, la respiración además de ser una respuesta autónoma, puede ser también influida por nuestra decisión, lo que permite ser una puerta de acceso al sistema nervioso autónomo que funciona de forma automática generando respuestas emocionales, como las de estrés o ansiedad, etc.

En mi práctica personal y profesional he podido constatar que la respiración es en sí, siendo tan sencilla, una maravillosa herramienta de gestión emocional, que nos permite modular la intensidad de la emoción y también reconectar a la mente con el cuerpo.

Ocurre muchas veces que como mecanismo para dejar de sentir, tensamos el cuerpo y bloqueamos la respiración, cambiando nuestro patrón respiratorio. A veces como una respuesta a una cierta “amenaza” externa o bien porque alguna emoción es también vivida como “amenazante” en tanto que hemos aprendido que podemos ser rechazados por expresarla.

Cuando esta respuesta emocional sucede y quizás su posterior tensión corporal para contenerla, sucede que junto con la tensión abdominal, bloqueamos el diafragma. En este momento la respiración sucede tan solo en la zona más alta del pecho y con ello la cantidad de aire que nos entra es mucho menor, con lo que la tendencia es a tomar cortas y rápidas inhalaciones para compensar. Si esto se mantiene podemos llegar a sentir ansiedad, presión en el pecho, mareos, etc.

Es por ello, que la respiración puede ser una herramienta sencilla y muy útil para permitirnos gestionar y ser capaces de sostener ciertos estados emocionales. Amortiguando el efecto que esta reacción emocional tiene en nosotros.

Cuando devolvemos la atención a la respiración, nos estamos permitiendo en primer lugar, devolver la atención al cuerpo y a  las sensaciones corporales, ello puede incrementar momentáneamente aún más el hecho de notar la emoción, nos permite reconectar con ella. Sin embargo, al respirar a través de la emoción (que no en lugar de ella, no queremos bloquearla), vamos a transmitir a todo nuestro cuerpo el mensaje de que “es seguro” sentir la emoción, algo así como “puedo con ello”. Lo cual facilitará que podamos transitar la emoción sin bloquearla, explotar o congelarnos.

Así pues nos permitimos respirar nuestro miedo, a través de él, aún sintiendo la tensión en nuestro cuerpo. Contrarrestamos la información amenazante con la de “yo puedo.. “ que viene a compensar en cierta medida la reacción. Lo mismo sucede con la rabia, si nos permitimos respirarla, nos estamos dando la posibilidad de ser capaces de sostenerla en lugar de tener que soltarla o explotarla contra alguien. Así mismo, pasa con la tristeza, cuando nos permitimos sentir el dolor en nuestro pecho y seguir respirando, le mandamos un mensaje de calma a nuestro cuerpo que le recuerda, que aún que esto duela, puede sostenerlo y saldrá de esta.

Quizás pueda parecer algo muy simple y muy sencillo, tan solo respirar, sin embargo, observo con mis clientes de forma repetida, que no lo es. Cuando estamos en la emoción, nuestra mente se dispara con todo el contenido mental que nos genera dicha emoción (repasando una y otra vez la misma historia) y generalmente perdemos la consciencia de las sensaciones corporales, de cómo estamos respirando, etc. En cambio si podemos traer toda nuestra atención de vuelta al cuerpo y a la respiración como moduladora, centrándonos en sostener la emoción que hay detrás de todo lo que nos ocurre (dejando de prestarle atención a lo que la mente nos cuenta), ahí podemos atravesar la emoción siendo capaces de sentirla, liberarnos y dejar espacio para que algo nuevo aparezca. Generalmente, esto viene acompañado de una cierta sensación de mayor paz y nos sentimos reforzados/as con la sensación de ser capaces de afrontar lo que nos pasa.

Soy consiente de que cuando las emociones son muy intensas o no estamos acostumbrados/as a sentirlas, prestar atención a la respiración puede no ser suficiente, puede que necesitemos también movilizar el cuerpo, sacar la voz, el llanto, golpear un cojín, y un sinfín de posibilidades que nos permitan liberarnos de toda la reacción emocional que se ha generado en el cuerpo. Sin embargo, la respiración es un principio, es un mecanismo modulador que está en nosotros todo el tiempo al que poder volver y utilizar siempre que necesitemos. En ocasiones puede actuar amortiguando o en otras incrementando la sensación para que la podamos sentir y liberar. Es una acción directamente conectada a nuestro sistema nervioso autónomo, así que puede funcionar como un interlocutor con la parte de nosotros que reacciona de forma automática, transmitiendo un mensaje de calma, de control, cuando creemos que lo hemos perdido.

Existen distintas prácticas de respiración que se vienen utilizando en muchas tradiciones, sobretodo orientales y que nos permiten mantener a diario un estado más calmado, lo cual se traduce en un sistema nervioso menos reactivo y con ello, una forma de prevenir olas emocionales en nuestro día a día.

También existen prácticas de respiración conectada y consciente, que incrementan mucho el ritmo respiratorio y la cantidad de aire que tomamos y soltamos, con lo que pueden facilitar una gran liberación emocional. Esta práctica sin embargo, se recomiendo siempre hacerse bajo la guía de un profesional.

Más allá de gestionar las emociones más incómodas, el hecho de mantener una práctica para una correcta respiración, puede ayudarnos a ampliar nuestra capacidad para sostener emociones agradables, sintiendo de forma espontánea emociones de agradecimiento, alegría, expansión, comprensión, etc.

Por otro lado, retomando la conexión con la mente, la respiración puede ser una forma de anclar nuestra atención y por tanto calmar los pensamientos, puede generar estados de mayor claridad mental y posibilidad de tomar mejores decisiones, ampliando nuestra inspiración (como la misma palabra denota) y creatividad.

Así pues invitaros a todos/as a que prestéis atención diaria a vuestra forma de respirar, a que aprendáis formas de respirar correctamente y que disfrutéis de todos sus beneficios.

Meditación

A través de la práctica de meditación podemos aprender a estar con nosotros/as mismos/as, con lo que nos sucede, sosteniéndolo de una forma más calmada.

Meditar no significa siempre estar sentados en postura de meditación. Meditamos cuando estamos presentes, cuando nuestra atención está puesta en lo que sucede en el momento, tanto interna como externamente. Cuando podemos además de sentir lo que nos ocurre, observarlo y tener esa cierta consciencia y «distancia» que nos den el margen para elegir en lugar de simplemente reaccionar.

A nivel externo, mantenemos la atención en los sentidos. Internamente podemos observar el discurrir de nuestros pensamientos sin seguir el hilo de ningún discurso, imagenes o ensoñaciones. Podemos además darnos cuenta de nuestras sensaciones físicas en el cuerpo y también de nuestras emociones. Sin embargo, de nuevo, con la meditación tratamos de sentirlas, ser capaces de sostenerlas, pudiendo observarlas sin aferrarnos a ellas.

A lo largo de los últimos 15 años he practicado muchos y muy variados tipos de meditación; meditaciones activas tanto caminando como que incluyan movimiento corporal, meditaciones de pie, meditaciones tumbada y sentadas, meditaciones a través de visualizaciones, con distintas propuestas o imágenes, energéticas, con sonido voz, con música o en silencio, con el foco puesto en la respiración, en el cuerpo o en alguna emoción concreta.

De todas estas formas he aprendido algo valioso y me han ayudado a reconectarme conmigo, pero sobretodo también el hecho de que no existe una única forma de meditar, igual que no existe una única postura. Sin embargo, si considero que ayuda establecer una práctica, una rutina, sea la que sea. Entrenar cada día el «músculo de la atención» para aprender a redirigirla sin que nos lleven los pensamientos y emociones de forma desatada.

A mi entender existe un ingrediente fundamental en la meditación (además de la práctica regular) para que funcione y que aprendí gracias a una formación en Mindfulness, se trata de centrar la atención como en el resto de meditaciones, pero sobretodo de una forma compasiva, es decir con amabilidad, cariño, paciencia con nosotros mismos. Entrenando nuestra capacidad de tratarnos y tratar a los demás de forma amable y comprensiva.

Considero la meditación un ingrediente muy útil en estos momentos y por tanto trato de incluirla lo más posible en la psicoterapia que ofrezco, como herramienta que nos permita encontrar un punto de equilibrio entre sentir las emociones (desde lo terapéutico) y a la vez aprender a que las emociones no nos desborden o invadan (a través del Mindfulness). La meditación nos enseña a estar en contacto con nuestro interior, con lo que sentimos, pero incluso va un poco más allá, enseñándonos a estar en contacto con lo que somos. La meditación nos enseña a conectarnos con la parte más original y auténtica de nosostros/as mismos/as.

En estos tiempos que estamos viviendo, considero que se hace necesario más que nunca reconectar con la calma en nuestro interior, a la vez que con nuestro centro y nuestra parte más auténtica, nuestra verdad, y que ésta sea la guía de las decisiones que tomemos a partir de ahora.

Así que os invito a tomaros un momentito o momentazo al día, donde estar con vosotr@s, donde prestaros atención, donde practicar para poder encontrar algo de aquietamiento y quizás con el tiempo este aquietamiento se convierta en silencio y quizás podamos empezar a oirnos y quizás escucharnos, y quizás incluso… podamos empezar a hacernos caso.

«Meditar es volver a tu hogar interno»

Gestalt Ibiza.

¿Qué hacer cuando sientes que todo va mal?

Lo primero que me viene decirte, es sácalo, quéjate, sacúdete de encima todo el miedo, frustración, tristeza, enfado…  llora, patalea y expresa todo eso que estás sintiendo dentro, no importa ahora si tienes razón o no, si hay otras opciones o no. Ya habrá tiempo para razonar, ahora la necesidad es dejarle a la voz que tiene miedo, que lo vé todo negro que tenga su lugar por un momento, no trates de razonar con esa parte o de convencerla de que todo irá bien… no ahora.. no antes de dejar que exprese lo que lleva tiempo sintiendo y reteniendo dentro… deja que salga todo a la luz, que reviente ese cúmulo de tensiones, de incomodidad, de inadecuación, ese dolor interno… deja que duela, llore, tiemble y patalee…  déjale ser… y busca a alguien con la suficiente capacidad de escucha para dejarte hacer esto el tiempo que necesites… sin juzgarlo.

Te garantizo que si te dejas expresar lo suficiente… pasará… limpiarás tu interior de todo esto que te estaba corroyendo por dentro… y dejarás espacio dentro para respirar, para poder ver y sentir con claridad de nuevo, para poder incluso contemplar nuevas opciones o llegar a conectar con las fuerzas que hace un rato te habían abandonado.

Permítete quejarte, sinceramente… de lo que duele… por un momento… sin juicio… déjate… y deja que pase esa tormenta… que dejará espacio otra vez para la fé y confianza en ti de nuevo… en la vida de nuevo… en seguir andando de nuevo.

Muchas veces no nos permitimos esto porque nos juzgamos por sentirnos así… porque “deberíamos poder”… “deberíamos ser capaces” “deberíamos ver ya las opciones que no vemos”…  creemos también que si damos espacio a estas emociones y a la queja, nos van a meter tanto en el pozo que no vamos a poder salir… pero lo que ocurre es que la queja que no sale, que no verbalizamos fuera, se mantiene dentro, ensuciando nuestros pensamientos y dejándonos estancados ahí, se filtra en cada conversación. La queja en voz alta, el vomitando de una vez todo nuestro pesar, nos limpia, nos calma y ahí podemos empezar a digerir mejor y recuperar las fuerzas.

¿Cómo sé esto? Porque yo misma lo he transitado y observo en mis clientes, una y otra vez. Confirmando que el permiso y la liberación de la emoción da lugar al espacio interno y a la calma.  Esto da lugar a la claridad mental y de ahí aparecen nuevas perspectivas y opciones que no podíamos ni imaginar. Es más, cuando hacemos espacio dentro, algo se traduce en nuestro exterior y parece como si también las opciones apareciesen fuera.

¡La Batalla Interna!

A veces funcionamos en estado de batalla, es decir, en nuestro microsistema interno, existen algunas partes que están atacando e invadiendo el espacio de otras. De hecho de forma bastante agresiva, en ocasiones, provocando un rastro de dolor y sufrimiento en las partes atacadas.

Sucede que hemos internalizado tanto el juicio y presión externa de cómo tenemos que ser, que cualquier cosa de nosotros que no encaje con ese estándar marcado es duramente atacado por nuestra parte “juzgadora”, haciéndonos sentir rechazados, no válidos, no suficientes… no aptos para ser amados.

Cuando el ataque interno es tanto que el espacio que coge el juicio sobre nosotros mismos es constante y violento, la parte atacada puede desfallecer, incluso llegando a desear dejar de existir, con tal de no sentir esta presión y dolor.

Es en estos casos donde la compasión resulta imprescindible y es el ingrediente básico para deshacer un conflicto que puede haber durado años. Primero necesitamos llegar a una tregua que nos permita parar unos segundos esta guerra y ahí desde la distancia poder mirar y conectar con estas dos partes en conflicto.

Es importante en este proceso reconocer y sentir compasión por la parte de nosotros que igual está siendo atacada, oprimida, no respetada, encapsulada en un molde, empujada, ridiculizada, reprochada, reprimida, no vista, no aceptada, no valorada. Tan solo siendo conscientes de que estamos haciendo esto con una parte de nosotros sea suficiente para poder cambiar y empezar a reconocernos y validarnos.

Sin embargo hay un paso también necesario que es el de la compasión con la parte que oprime, que ataca, que daña, que no respeta. Esta parte está cumpliendo con su cometido de tratar de convertirnos solo en lo aceptable y tratar de eliminar los aspectos en nosotros que no son aceptados por nuestro grupo de referencia, familiar principalmente y social.

Está tratando de convertirnos en una persona que sea todo eso que “se supone” que nos hará ser queridos y pertenecer y por tanto sobrevivir. Sin darse cuenta que en ese torpe intento, lo que consigue es que la parte atacada se sienta también torpe, bloqueada, asustada, anulada, invalida y dolida, con lo cual no mostrara más que esta versión al mundo que acabará disgustando a la parte atacante que volverá a contra atacar.

Sin embargo, esta lucha no ocurre solo internamente, si no que esta misma lucha se proyecta fuera, en nuestras relaciones externas.

Así la parte que necesita apoyo, cariño, amor… puesto que no lo está recibiendo internamente lo buscará fuera, poniendo la responsabilidad en los otros para que la salven de esta amenaza, o bien proyectará también en otros a su atacante interno, viendo amenazas, juicios y desvalorizaciones donde no las hay, llegando a crearlas, o manipulará al otro para que nos confirme que somos en efecto válidos.

La parte atacante, que no permite la imperfección, tampoco permitirá a otros que la muestren, sintiéndose por ejemplo incómoda ante muestras de mucha vulnerabilidad o siendo muy exigente con los demás, de forma interna o externa.

De aquí radica pues la importancia de ampliar nuestra consciencia de estos juegos internos, para poderlos identificar cuando ocurren, localizando cuales están siendo las necesidades de cada parte implicada, aprendiendo a tratarlas a ambas con compasión y cariño.

Esto una gran parte del trabajo terapéutico que hacemos en las sesiones que ofrezco. De hecho, considero esta función como una de las más bonitas y que me satisfacen más de mi trabajo como terapeuta. Poder ayudar a otros a cesar la guerra interna, a mediar y llegar acuerdos entre las partes implicadas, a que reine la paz y el respecto mutuo entre todas las partes que nos conforman, es realmente precioso, tanto que no se puede describir aquí.

Existe algo «mágico y contagioso» que se da cuando un ser humano se libera de la guerra interna, que hace que otros a su alrededor lo hagan. Así la paz, la serenidad, el bienestar… puede ir llegando a más y más personas.