
Encontrar nuestro centro interno.. ¿En qué consiste exactamente? Se trata de poner la atención hacía dentro, hacía la parte central de nosotr@s mism@s. A la parte interna de nuestro tronco. Habiendo personas que lo sientan más cerca del centro del pecho y para otras en el abdomen o bien ambas a la vez.
¿Cómo llegué a sentir o reconocer este lugar interno en mi misma? Pues a base de meditaciones en las que la propuesta era imaginar un centro hueco, bien siendo como una caña de bambú, una taza, un haz de luz o más bien un centro opaco y firme sintiéndome como un árbol y notando su tronco y la parte más interna de éste. Cada persona encontrará la imagen o sugerencia que le permita conectar mejor con la parte más central de su cuerpo.
Entiendo que esto es algo un tanto complejo de percibir para algunas personas dado que es bastante sutil y subjetivo, no es tan concreto como sentir una mano o un pie, se trata de notar ese espacio interno que permanece impasible aún cuando varias sensaciones corporales o emocionales se suceden.
Para mí, conectar con este espacio “o tronco” interno, cómo sea que lo sienta, me permite volver el foco a mí. Cuando me relaciono con otras personas y me voy con sus historias, necesidades, emociones, o bien cuándo mi mente me lleva al pasado o al futuro (maravilloso o catastrófico), es volver a encontrar ese ancla en el cuerpo lo que me permite volver.
Cuando necesito tomar una decisión, es a este lugar de mí al que le pregunto. Cuando me invade el dolor, ese centro es la base por debajo de las emociones que siento, es ese lugar que busco y al que trato de anclarme, mientras pasa la ola emocional.
Es conectar con este lugar lo que me permite sentir que soy auténtica, lo que me permite conectar con mis verdades y saber reconocer si estoy siendo o no coherente con ellas.
Se trata de ese lugar íntimo dónde me encuentro conmigo misma, me puedo acoger, acunar, admirar o abrazar, según lo que esté viviendo y necesite en cada momento.
Una de las cosas más importantes que me han enseñado la meditación y la Terapia Gestalt, ha sido poder estar cada vez más cómoda en mi, poder conectar a través del cuerpo con qué es eso de “estar dentro”, poder lentamente practicar el sentirlo y el respetarlo en mis acciones, cada vez más.
Considero que conectar con nuestro centro, es también esencial, ya es en nuestro cuerpo dónde vamos a sentir nuestro valor como personas. No solo por lo que nos cuente nuestra mente que hemos logrado, lo que se supone que hemos hecho “bien o mal”, si no más bien el poder conectar con ese “cariño” hacia nosotr@s por el hecho de existir. Esa sensación tierna de “qué bien ser yo y estar aquí”, nuestra valía como el SER, que va más allá de palabras que puedan expresarlo.
Es muy necesario que podamos sentirlo y la buena noticias es que si no lo sentimos ya, podemos practicar esta conexión, para poco a poco sentirlo cada vez más.
Conectar con nuestro centro y valor intrínseco, nos permite a la vez poder sentir satisfacción y plenitud. “Ya está” “Ya somos valiosos” no necesitamos ir persiguiendo la zanahoria y aumentando nuestra lista de tareas o méritos a conseguir para permitirnos sentir en ese momento nuestra valía. Podemos practicar cada día para conectar cada vez más con ese sentimiento, en lugar de siempre tener que matarnos a conseguir cosas, reconocimiento o amor de otros para sentirnos válid@s. Esto no significa que vayamos a dejar de hacer cosas o plantearnos objetivos o de relacionarnos, pero puede significar que lo hagamos desde el placer, las ganas y del sumar, en lugar que desde “nuestra carencia de valor” y por tanto como podéis intuir, el resultado puede ser muy distinto.
Considero también vital poder conectar con nuestro centro para tener un lugar al que poder agarrarnos cuando las cosas no salen como quisiéramos, cuando lo de a fuera duele, da miedo o enfada. Es ese centro al que amarrarse cuando no hay nadie más y nos damos cuenta de que la mayoría de las cosas de fuera tienen que ver con lo de dentro. Cuando lo de afuera tambalea o lo que vemos de las relaciones, de la vida o de nosotros no nos gusta, es ahí dónde el único lugar seguro al que volver es a este centro. Ese lugar más adentro de nuestro juicio y del de los demás, más adentro de la incertidumbre de la vida, más adentro de todo aquello que se tambalea o aprieta. Volver una y otra vez al centro ese epicentro de nuestro ser. Ahí donde el huracán no llega, dónde podemos sentirnos algo más segur@s y dejar que pase la tormenta. Es en ese epicentro en el que asentarnos cada vez con más comodidad, mayor confianza y mayor humanidad.
Volver al centro, además de identificar este espacio corporal interno, tiene también el componente de encontrar nuestro equilibrio. Volver la atención o prioridad a nosotr@s si ha estado muy puesta en lo externo, o bien en los demás, y aunque lo utilizamos como metáfora a encontrar nuestro equilibrio, considero que esto es más fácil en nuestra vida, cuando también está más claro en el interior de nuestro cuerpo y nuestra interocepción (percepción interna).
Así que una y otra vez sigamos practicando volver para sentirnos centrad@s, para recuperar nuestra valía, nuestra calma, nuestra seguridad, nuestro soporte ante las adversidades…